Medellín del Miedo a la Esperanza



Medellín, Medellín... tantas cosas se dicen de vos. Yo sé que la realidad
completa no cabe en unos pocos segundos de noticiero o en las líneas del periódico
de ayer. Ninguna ciudad está resumida en un titular de prensa. No creo que Londres
sea sólo una bomba que estalló, sé que ciudad de México no es la noticia de un
secuestro y estoy seguro que New York no es la hija del temor. Podría hacer una
larga lista. Cuando me cuentan el mundo por fragmentos entiendo que juntar esos
pedazos no hacen un espejo.

Quisiera que tanta gente conociera esta ciudad como la conozco yo, como la
conocemos los que hemos visto el color de un atardecer en Medellín. Me gusta
recorrerla siempre un poco más para que me cuente los secretos de un lugar donde
la vida siempre insiste en palpitar.

¿Sabes cómo es este paisaje? Las montañas que rodean este valle son el abrazo con
el que despertamos todos los días, con el ánimo cierto de nuestros mejores
propósitos.

Todas las calles de mi ciudad conducen a un lugar donde nace una sonrisa. Porque
así somos incluso en las horas más difíciles. Tienes que estar aquí para verlo.
Aprendimos a poner las dificultades de nuestro lado, la geografía incluso; caminos
que se hacen avenidas, senderos que se transforman en escaleras al cielo, el Metro
que nos cambió la vida y el Metrocable que es el asombro acariciando la ladera de
barrios marginales a donde algunos piensan que sólo había llegado el olvido y hoy
hasta sus preocupaciones cambiaron. La ingeniería y el ingenio nos acercan a todos.
Es fácil encontrar el amor en Medellín. Vivir nuestra ciudad es estar dispuesto a
enamorarse. Recuerdo la ingenuidad y ternura de mi primer beso y las flores que
llevé el día después, porque hay flores para todos los días, siempre estamos en
estación.

El campo define el mapa de esta ciudad, el verde es el color con que podrías
pintarlo, está donde tus ojos quieran mirar. La montaña y el valle nos dan de comer
y el agua nuestra nunca falta; los riachuelos son hilos de vida en toda esta
topografía.

Crecimos escuchando que Medellín era el corazón industrial de Colombia. Y no ha
dejado de serlo. Por aquí pasa el mundo; cada día escucho más acentos distintos
que llegan atraídos por los negocios y los eventos, por las ferias y los congresos que aquí encuentran casa, hogar y sede.

Oportunidad también es otra manera de decir Medellín.
Alguna vez casi pierdo un hermano; las enfermedades son así. Pero en el silencio de
hospital se escucha el murmullo de los milagros. Y la salud vuelve de la mano del
talento de alguien a quien llamo doctor. Yo no soy el único que cuenta esta historia, los trasplantes son tantos... los avances en cirugías, las investigaciones científicas...

tantas personas vienen de países distintos en busca de la esperanza que aquí
encuentran.

Tenemos un presente y un pasado lleno de orgullos, es cierto. Pero también una
historia que nos hizo hermanos en el dolor, llevamos las marcas en la piel de la
memoria, por eso nuestra primera apuesta es por la vida. Y vamos ganando. No
decimos convivencia, la estamos respirando.

Hubo un tiempo en que a los aeropuertos nuestros sentías que sólo se iba para
decir adiós. Nuestro calendario ha cambiado los días y las terminales han vuelto a
ser la puerta abierta de las bienvenidas y los abrazos. Porque Medellín siempre te
da un motivo para regresar.

Uno vuelve para salir con ella a tomar café, para ir a cine y regresar a pie, por la
alegría de aquella fiesta, por esa mirada que no puedes dejar atrás, por la comida
que sólo se hace aquí, uno se queda para ver cómo envejecen los barrios viejos y
cómo crecen los lugares nuevos, uno visita el Museo de Antioquia para que la
historia te hable al oído y acariciar un Botero bajo el sol.

Uno sabe que el amor está en un parque y se detiene a espiarlo con cariño. Tantos
sitios esenciales que cada uno de nosotros tiene un mapa propio para enseñarle a
los amigos.

El corazón de nuestra ciudad tiene nombre de barrio. La escuela está allí y en los
ojos de niñas y niños se ve que el futuro ya empezó. La educación es la nueva
piedra que esta ciudad fundó.

No tenemos miedo a soñar. Y nos parecemos a nuestros sueños. Medellín tiene
rostro, tantos rostros que construyen juntos las posibilidades de mañana.
Nunca podré decir a qué suena esta ciudad. La música es generosa y se escucha en
balcones y rincones, en el violín de un niña de barrio que no piensa en armas
porque prefiere sinfonías. Y la alegría está en las calles, este documento de
identidad nos dice que somos latinos y que no podemos dejar de bailar. Todas las
músicas que tu oído conoce son parte de la banda sonora de esta película que
llamas Medellín.

Ah, y siempre la feria de Flores para recordar como se hizo la tierra de los
antioqueños, el traje de luces en navidad con que se viste toda la ciudad. Y todas
esas fiestas que son llamados para que la gente salga a encontrarse. Y recordamos
que crecimos juntos.

Yo siempre vuelvo a casa y siento que mi lugar está aquí porque en el abrazo de mi
hija descubro que quiero que ella crezca en Medellín.

Comentarios

röşariö ha dicho que…
que belleza de post.. se te nota bien enamorado de tu ciudad sólo una cosa escrita así puede estar dedicada a una muchacha... o a una ciudad

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